Álex y Zambo, los pardeños que vivieron la pesadilla de ‘Los 10.000 del Soplao’
Eran las 14h. del viernes 18 de mayo cuando los pardeños Zambo y Álex arracaron su furgoneta ‘BIKETOWN’ rumbo a Cabezón de la Sal (Santander). Allí les esperaba su cita más esperada del año ‘Los 10.000 del Soplao’, una de las carreras de mountain bike más famosas de España por su dureza.
Lo que ellos no sabían es que allí la dureza se convertiría en pesadilla al día siguiente. A la prueba no le acompañó la climatología y su amor por la bicicleta se convirtió por unos segundos en algo para olvidar. En la meta, junto a los otros casi 5.000 participantes, les caían las gotas de lluvia sobre sus rostros sonrientes y en sus piernas deseosas de pedalear, pero kilómetros después ese agua empezaba a calar en sus huesos y el granizo que vino después, a congelarlos. El siguiente kilómetro era peor que el anterior y éste una gozada comparado con el que venía después. Así, hasta que el cuerpo dijo ‘basta’.
Álex lo veía venir cuando sus manos no respondían al cambiar la cámara de la rueda pinchada y Zambo, en el mismo momento en que sus labios no dejaban de tiritar. Ya habían recorrido la mitad de la prueba y la otra mitad sabían que iba a ser un infierno. Aún así, recorrieron un poco más. Ya llevaban 92 de los 165 kilómetros del recorrido (casi 5 horas pedaleando).
¿Merecía la pena continuar? No. Los 20 años de experiencia de Zambo y los 10 de Álex les hacían entrar en sus cabales «esto no es disfrutar, si continuamos sólo vamos a tener un disgusto». Y qué razón tenían, los que no pararon a tiempo ahora hablan de la hipotermia que sufrieron. Ellos lo hicieron, frenaron. La cara de Zambo se transformó cuando vio a Esteban, el hermano de Álex que fue a buscarle en un cruce de carretera de Bárcena La Mayor. Sabía que algo no iba bien… Y acertó. Zambo se desplomó sobre él y le hizo desnudarse, sólo quería ropa seca. Corriendo, asustado al ver el rostro desencajado del corredor, fue en busca de su padre. La furgoneta apareció en cuestión de segundos. Y la calefacción fue una esperada vocanada de aire caliente para Zambo, al borde de una hipotermia.
Faltaba Álex. Cuando apareció su cara no auguraba buenas noticias. Se tenía más en pie que su compañero pero al ver a su familia (allí estaban sus padres, dos de sus hermanos y tres sobrinos) dudó en continuar. Lo hizo. Pero el ánimo sólo le duró dos minutos y dio media vuelta. Para él, la furgoneta ‘BIKETOWN’ también fue su salvación. No tenía fuerzas para ponerse la chaqueta de su madre ni el abrigo de su sobrina sobre sus piernas. Mal, estaba mal.
Todo empezó a mejorar media hora después, ya en el hotel y tras la ducha de agua caliente. Los labios de Zambo dejaron de tiritar y sus manos borraron las arrugas formadas por los litros de agua caídos sobre ellas. También Álex empezaba a sentir sus extremidades. La pesadilla había acabado.
¿Volverán? Dudan. Pero el amor mueve montañas. Y eso es lo que sienten por sus bicicletas. Quizá sí, quizá vuelvan a pedalear en los puertos de ‘Los 10.000 del Soplao’. Hasta entonces ya preparan otras carreras (como la de Riaza, en Segovia, dentro de dos semanas) y continúan entrenando en el Monte de El Pardo, ése que les enseñó a rodar, a divertirse y a sufrir sobre dos ruedas pero no hasta el extremo…
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